Una Humanidad

Declaración de relaciones humanas que aborda el racismo, el sistema de castas, el tribalismo y el etnocentrismo

ACORDADO adoptar el documento “Una humanidad: declaración de relaciones humanas que aborda el racismo, el sistema de castas, el tribalismo y el etnocentrismo”, como sigue:

Una humanidad: declaración de relaciones humanas que aborda el racismo, el sistema de castas, el tribalismo y el etnocentrismo

El deber moral de proclamar los principios bíblicos sobre cómo tratar a los demás seres humanos se ha vuelto fundamental a medida que el mundo reconoce cada vez más el azote persistente de la injusticia racial, los conflictos tribales y la intolerancia del sistema de castas que sufren millones de personas en toda sociedad y región del mundo. Dios “de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra” (Hechos 17:26) y Jesús nos enseña a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:39). La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce la importante responsabilidad de mostrar claramente su compromiso y compasión para con un mundo que espera tanto palabras como hechos que estén en armonía con las enseñanzas de Jesús. Nuestro compromiso viene de nuestra misión de predicar el evangelio de Jesucristo a “toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6) en nuestro turbulento mundo, al reconocer que solo Cristo puede cambiar el corazón humano.

Los adventistas del séptimo día están comprometidos con las verdades bíblicas invariables que revelan que los seres humanos fueron creados a imagen de Dios (Génesis 1:27). Con base en el relato de la Creación en el libro de Génesis, creemos en la igualdad inmutable dada por Dios a todas las personas en todo tiempo, todo lugar y toda circunstancia. Todos descendemos de Adán y Eva, nuestros ancestros originales, quienes hacen de toda la humanidad una familia (Génesis 3:20). Incluso el trágico resultado de la elección humana de rebelarse contra Dios no ha borrado las relaciones perdurables entre todos los seres humanos. Las distinciones de raza, grupo étnico, casta y tribu son usadas para segmentar y dividir de forma pecaminosa la unidad fundamental que Dios quería que todos los seres humanos experimentaran con él y los unos con los otros.

Mantenemos nuestra lealtad a los principios bíblicos de igualdad y dignidad de todos los seres humanos ante los intentos históricos y continuos de usar el color de piel, el lugar de origen, la casta o el linaje aparente como pretexto para tener comportamientos opresivos y dominantes. Estos intentos son una negación de nuestra humanidad compartida, y deploramos todos esos tipos de agresión y prejuicio como una ofensa hacia Dios. Sin embargo, reconocemos que muchos miembros de nuestra iglesia mundial no defienden esta verdad bíblica acerca de la igualdad de todas las personas. Contrario a las enseñanzas y el ejemplo de Jesús, muchos creyentes y organizaciones eclesiásticas han absorbido ideas pecaminosas y deshumanizantes acerca de la valoración racial, tribal, étnica y de casta que han llevado a prácticas que lastiman y hieren a la familia humana. Estas formas de pensar, y las prácticas que resultan de ellas, socavan las mismas verdades que nos hemos comprometido a vivir y a enseñar. Queremos pedir disculpas por no haber hablado o actuado audazmente sobre estos temas en el pasado.

Los adventistas del séptimo día son miembros de una iglesia global y diversa, y están comprometidos a ser agentes de paz y reconciliación en la sociedad al defender y ser modelos de la verdad bíblica sobre nuestra herencia compartida. “Porque el amor de Cristo nos constriñe” a considerar a las personas desde el punto de vista de Cristo y a ser sus “embajadores”, a través de la “palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:14, 19, 20), en este mundo dividido. Apoyaremos y cuidaremos a los marginados y maltratados a causa de su color, casta, tribu o grupo étnico (Mateo 25:40). Creemos que los que abusan de otros y los maltratan, de acuerdo con los principios bíblicos, deben ser llevados ante la justicia de forma apropiada, y finalmente enfrentarán el juicio divino (Eclesiastés 12:14; Hebreos 9:27). Enseñamos y urgimos que la verdad divina sobre el origen humano y la igualdad como se enseña en la Biblia es el fundamento más sabio para todas las relaciones humanas.

Dios coloca una responsabilidad especial sobre los que han respondido a su gracia salvadora para todos (Gálatas 3:28), de demostrar nuestro compromiso con la igualdad, la justicia y la rendición de cuentas en todas las relaciones humanas. Dios ha creado a cada persona de forma singular, y su poderosa influencia en nuestras vidas tiene como consecuencia que celebramos las diferencias y valoramos de forma respetuosa la herencia humana y la cultura de cada persona. Reconocemos que la solución definitiva a los pecados del racismo, el tribalismo, el etnocentrismo y el sistema de castas es la transformación de las vidas individuales y de las relaciones interpersonales a través de Cristo y su poder salvífico. Aceptamos y abrazamos nuestro compromiso cristiano de vivir, a través del poder del Espíritu Santo, como una iglesia que es justa, empática, amorosa y basada en los principios bíblicos. Dios invita a todos, en todo lugar, a unirse a la iglesia remanente descrita en la profecía bíblica (Apocalipsis 12:17) al proclamar el evangelio eterno que se enfoca en la justicia de Jesucristo, resumida en el mensaje de los tres ángeles (Apocalipsis 14:6-12). Este mensaje debe ser dado “a toda nación, tribu, lengua y pueblo”, y culminará con el pronto regreso de Cristo (Apocalipsis 14:6, 14). Esperamos un nuevo cielo y una nueva tierra donde “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

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